Es curioso, pero en un tiempo de crisis y en una sociedad estresada, entristecida y con altos niveles de ansiedad personal y colectiva, la gente acude a los gimnasios en manada a practicar zumba, spinning, crossfit y otras tantas actividades que machacan cuerpo y espíritu. Creo que esto ocurre por la necesidad que nos imponemos de no pensar, no sentir, no parar. Bueno, y sobre todo por la necesidad que nos imponemos de estar delgados…, pero este tipo de ejercicios nos desequilibran y añaden más leña al fuego de nuestro cuerpo agotado y nuestra mente debilitada.

Seguro que has escuchado más de una vez algo como “voy al gimnasio que necesito quemar adrenalina”, yo lo escucho muy a menudo y suelo contestar que la adrenalina se genera, no se quema en clase de spinning como si fuera un petardo. Durante una clase de spinning no quemas adrenalina, sino que fuerzas a tus glándulas suprarrenales a producir más adrenalina para soportar el esfuerzo físico y la sobreestimulación emocional que supone ese pico de estrés.
Si algo tiene una persona que sufre estrés o ansiedad, que somos la mayoría de las personas de nuestra sociedad desarrollada (incluso muchos niños), es un desequilibrio hormonal y nervioso, es decir un desequilibrio en la producción de adrenalina entre otras cosas. Una persona que sufre estrés, mantiene elevados unos niveles hormonales por encima de lo que se considera saludable, porque su cuerpo y su mente se comportan como si estuviesen todo el día en una clase de spinning o huyendo de un depredador. Tu cuerpo y mente se sienten en peligro, sobreestimulados e hiperactivos y por eso se esfuerzan mucho por estar a la altura de esas circunstancias. Te preparan para salir corriendo o para atacar, porque nuestro ADN ha aprendido durante años que es lo que va a ocurrir cuando nos sentimos así.

Por todo esto, el estrés de cualquier tipo: emocional, laboral, nutricional… produce un desequilibrio metabólico y mental que tenemos que combatir con paz, terapia reequilibrante, mimo y reposo, no con crossfit.
Yo muchas veces pregunto a personas que acuden a terapia conmigo: ¿de verdad que lo que más te apetece después de un día duro de trabajo, en el que no has visto el sol y te has enfrentado a 3 personas tóxicas es ir corriendo al gimnasio a rodearte de luces fluorescentes y un tipo que te grita y exige que sufras?. Me he encontrado con muchas respuestas a esta pregunta, pero una de las más significativas fue “hombre visto así… a lo mejor ya me he acostumbrado al sufrimiento y de esta forma al menos adelgazo!”. Y es que a veces nuestra zona de confort se sitúa muy cerca del sufrimiento, pero una vez que tomamos conciencia de esta situación nos damos cuenta del cambio que supone en nuestras vidas dejar de castigarnos.

Otro argumento que escucho muchas veces es “es que al salir de clase me siento genial, me siento muy relajado”. Claro, esto es porque después de un gran pico viene un gran descenso. Nuestro cuerpo se encarga de ello para minimizar las consecuencias negativas del pico, al igual que después de darte un atracón de azúcar tu cuerpo genera insulina para que no entres en hiperglucemia, y no por esto es saludable darnos el atracón de azúcar, porque entre otras cosas, tu cuerpo se acostumbrará a funcionar por picos en vez de ondas, y a las dos horas necesitará de nuevo azúcar… y así llegan los famosos subidones y bajones a los que mucha gente se enfrenta día a día. Para segregar dopamina, serotonina y endorfinas existen muchos mecanismos igual de naturales que hacer ejercicio, pero a veces, el ejercicio se convierte en la única fuente de recompensa, de bienestar, al igual que ocurre con una adicción.

Sin duda la actividad física es saludable, necesaria y muy recomendable, pero no cualquier actividad física, no a cualquier precio y desde luego no ante cualquier circunstancias.
Toda actividad física que causa frustración, sufrimiento, sobreestimulación y estrés, debería descartarse para personas con problemas de ansiedad, estrés, problemas metabólicos, trastornos nutricionales, problemas de fertilidad o trastornos autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, psoriasis, asma, etc.). Resulta contraproducente y empeorará sus síntomas y su desequilibrio a medio corto plazo.

Por el contrario, las personas con algún desequilibrio nervioso u hormonal deberían elegir un tipo de actividad física suave, pacífica, agradable y en contacto con tierra, aire o agua. Por ejemplo nadar, pasear caminando o en bici, practicar yoga, jugar a la pelota o bailar. Siempre adaptando el tipo de ejercicio y su intensidad a nuestras necesidades.
Existen multitud de cosas que podemos hacer para movernos, desde ir caminando al trabajo, hasta pasear al perro o jugar a la pelota con nuestro hijo, y no debemos despreciarlas o considerarlas menos importantes que encerrarnos en un gimnasio a machacarnos, sino más bien al contrario. Además, siempre debemos mantener en mente nuestra necesidad de equilibrio entre mente y cuerpo, disfrutando de cualquier actividad física o creativa. ¿Quién dice que dedicar tiempo a actividades artísticas es menos importante que ir al gimnasio?. Cada persona en cada momento necesitará un estímulo diferente.

Entiendo perfectamente que la sociedad nos confunde y nos arrastra con irresponsabilidad hacia caminos que marca la moda y las exigencias sociales, pero debemos parar y pensar ¿esto es lo que realmente necesito ahora?. Quizá no conozcas la respuesta o sientas confusión entre lo que quieres conseguir y cómo conseguirlo. Yo te puedo ayudar en este sentido, reserva tu consulta en Madrid.

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Elena Cibrián,
Coaching sanitario y naturopatía
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