La flora bacteriana, ahora llamada microbiota es algo tan importante para ti que puede determinar que te encuentres con buena energía o muy cansado, que duermas bien, que estés bien nutrido, que tengas buenas digestiones, que te sientas débil, que te resfríes demasiado o que elimines tus alergias. Todo eso y más está influenciado por la calidad de tu microbiota. Sin duda podemos hacer mucho por mejorarla, pero el primer paso es saber si mi flora bacteriana está en buen estado o no.

Antes de contestar esta última pregunta voy a explicarte un poco sobre qué es la microbiota.

¿Qué es la flora bacteriana?

Microbiota es la vida que existe en tu tracto gastrointestinal. Un ecosistema propio, personal e imprescindible para la vida. Contamos con aproximadamente 100.000 millones de microorganismos (unas 400 especies diferentes), que mantienen en buen estado nuestra pared y mucosa intestinal, participa en la buena absorción de nutrientes (vitaminas, sales, proteínas, ácidos grasos…) y lo más importante: mantiene a raya a los microorganismos malos. Pero no todas nuestras bacterias son beneficiosas, también encontramos bacterias perjudiciales en menor cantidad que también tienen una labor importante ya que permiten a nuestro sistema inmune que las reconozca y se prepare para tratar con ellas, lo que pasa es que son muchas más las buenas y se encuentran en superioridad, aproximadamente el ratio es de 80% beneficiosas frente a un 15% de bacterias que podrían resultar perjudiciales si se descontrolasen.

Este punto es fundamental para tomar conciencia de la importancia de la microbiota, porque por explicarlo de forma muy sencilla: cuando las bacterias buenas mandan, las bacterias malas no tienen nada que hacer, pero cuando las bacterias buenas desaparecen… ahí comienzan los problemas, porque las colonias de microorganismos perjudiciales campan a sus anchas, crecen y se establecen sin nadie que los controle.
Además des esto, la flora bacteriana también determina nuestra salud emocional, ya que existen bacterias que influyen en la modulación y producción de neurotransmisores, es decir, interfieren en la química que nos hace sentir emociones buenas o emociones malas, por lo que hoy por hoy, gracias a estos descubrimientos, se considera que el intestino es nuestro segundo cerebro.
A pesar de lo que se suele pensar, esta flora bacteriana o microbiota no se encuentra solo en los intestinos, sino que viven en todo el tubo digestivo, incluyendo la boca y hasta el ano. Otro concepto que suele estar equivocado se refiere a su regeneración, y es que no se consigue regenerar la flora en 15 días tomando probióticos, sino que podemos tardar aproximadamente 2 años en lograr nuestra propia flora bacteriana, adaptada a nosotros. Por eso, la colonia bacteriana de cada persona es única y muy parecida a la de las personas que viven con ella. Desde que nacemos necesitamos una colonia de bacteria que nos proteja, lo que se consigue en el canal del parto de nuestra madre, cuando un montón de microorganismos empiezan a colonizar nuestro cuerpo. Con la leche materna también vamos completando nuestra flora bacteriana hasta conseguir una diversidad específica para nosotros, nuestro entorno y nuestras circunstancias. Si nosotros cambiamos de entorno o circunstancias, nuestra microbiota cambiará con nosotros, pero a veces se lo ponemos muy difícil como veremos más adelante…

¿Cómo sé si mi flora bacteriana está en buen estado?

Pues a pesar de que la sinergia entre bacterias y humanos se ha perfeccionado durante millones de años para favorecer la supervivencia mutua, ahora en pleno siglo XXI estamos complicando esta relación como nunca. Así que la respuesta a la pregunta que abre este párrafo sería: puedes dar por hecho que tu flora bacteriana está muy perjudicada. Es una afirmación generalizada claro está, porque existen grados de deterioro y excepciones, pero viviendo en esta sociedad con los hábitos habituales, es muy probable que tu microbiota se encuentre en mal estado.

¿Qué perjudica mi flora bacteriana?

  • Estrés: esta es una causa generalizada y muy común de destrucción de flora bacteriana no solo en adultos, sino también en niños. Además, un desequilibrio nervioso afecta también a los movimientos peristálticos de nuestro intestino, provocando algunas veces cierta parálisis intestinal y otros trastornos que afectan a la digestión al tránsito y a la nutrición.
  • Mala alimentación: la alimentación cotidiana, con un exceso de grasa y carne animal, alimentos muy cocinados, con muchos aditivos, poca agua, poca fibra y una cantidad casi inexistente e alimentos crudos y frescos, poco a poco destruye el entorno que necesitan nuestra microbiota para vivir, favoreciendo el entorno de otras bacterias peligrosas para nuestro organismo.
  • Hábitos de higiene exagerados: el uso de jabones antibacterianos y toallitas, algo tan común en nuestros días pero tan exagerado en muchos casos, perjudica notoriamente nuestra salud microbiana, en este caso de las mucosas y piel. Además, el triclosán que es un producto antibacteriano sintético y se encuentra en muchos jabones, productos de higiene y otros artículos plásticos, se ha demostrado como altamente perjudicial para la salud humana (reproducción y sistema cardiaco) y muy contaminante para el medioambiente (más información Isaac Pessah, profesor y director del Departamento de Biociencias Moleculares en la Universidad de California).
  • Medicamentos: los medicamentos en general alteran con mucha eficacia nuestro ecosistema digestivo, algunos de los más perjudiciales son los antiácidos y los anticonceptivos, pero en este sentido encontramos un problema mucho más grave en los antibióticos ya que literalmente arrasan con nuestra flora bacteriana original (que como hemos mencionado antes tardará aproximadamente 2 años en regenerarse si favorecemos las condiciones apropiadas). O lo que es más peligroso aún: si el antibiótico no se toma como es debido y por ejemplo se abandona el tratamiento antes de finalizar, muchas bacterias modificarán su genética para resistir a esos antibióticos, es decir, las bacterias mutan, lo que es algo totalmente incontrolable y potencialmente peligroso para los seres humanos. Los antibióticos son medicamentos imprescindibles para nuestra supervivencia y su uso está totalmente justificado en algunos casos, pero no en todos los que se recomienda. No debemos ignorar el fuerte impacto que tiene la toma de antibióticos en nuestro cuerpo, ya que aunque sea un impacto invisible e inapreciable a corto plazo, la realidad es que en 3 días de toma de antibiótico tiramos por tierra una labor que nuestro cuerpo ha tardado años en lograr, y modificaremos así nuestra salud digestiva e inmunitaria para los próximos años de nuestra vida. Hay que tener en cuenta que los antibióticos no solo los ingerimos conscientemente a través de los tratamientos médicos, sino que también los ingerimos al comer carne de animales que han sido muy medicados, donde se encuentran altas dosis de antibióticos residuales. Para hacernos una idea, el 80% de la producción de antibióticos se destina a la ganadería.
  • Tratamiento para potabilizar el agua: el exceso de cloro y fluor en el agua potable que consumimos está destinado a eliminar los microorganimos perjudiciales del agua corriente, pero también hace lo propio con los microorganismos propios de nuestro cuerpo. Por eso, dando por hecho que es un tratamiento necesario, sería importante regular y ajustar con responsabilidad la cantidad de cloro y flúor que se añade al agua, ya que existen muchas voces especializadas y estudios que alertan de que España tiene niveles muy altos y permisivos de estas dos sustancias en su agua potable (en comparación con otros países de Europa por ejemplo).
  • Infecciones. Cuando sufrimos una infección por parte de bacterias, parásitos, virus u hongos, nuestro entorno gastrointestinal se modifica a favor de este nuevo inquilino, que muchas veces consigue hacerse mucho más fuerte que nuestra propia colonia bacteriana.

A pesar de que son muchos los factores que perjudican nuestra salud bacteriana y en definitiva inmune, también son muchas las medidas que podemos tomar para mejorar nuestra salud intestinal. Una dieta nutritiva y limpia, un buen aporte de probióticos y unos hábitos saludables para nuestro cuerpo emocional nos ayudarán a recuperar el equilibrio.
Si necesitas ayuda, podemos estudiar tu caso y tus circunstancias especiales para elaborar un plan de cambio para ti. Puedes consultarme ahora por escrito o si lo prefieres puedes reservar una cita en mi consulta de Madrid.

Elena Cibrián,
Coaching sanitario y naturopatía
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