Si preguntas a un padre: ¿qué tal come tu hijo?, te encontrarás 2 respuestas estandarizadas, la sincera: “mi hijo come muy mal, no come de nada”, y la del autoengaño: “muy bien, mi hijo come mucho, come de todo”. Digo autoengaño porque he comprobado que en el 95% de los casos no es verdad. He hecho mi propio estudio de campo gracias a que tengo un niño de 6 años y es muy frecuente que pase mis días rodeada de niños y a veces  vienen a comer o cenar a mi casa, por lo que he podido observar y sacar mis conclusiones sobre el problema tan grave de nutrición infantil que vivimos.

Por regla general me encuentro con niños y niñas que:

  • No comen casi nada, comen poco, muy pocos alimentos y muy seleccionados, incluso distinguiendo entre marcas (“sólo como salchichas de Oscar Mayer y galletas de dinosaurios”).
  • Comen mucha cantidad, tienen buen apetito pero también comen muy pocos alimentos y muy seleccionados.

Y con padres que:

  • No son conscientes del problema que supone la mala alimentación de sus hijos, ni sufren ni educan al respecto.
  • Son conscientes del problema, pero no saben abordarlo. Este es el mejor punto.
  • Ven a sus hijos comen con apetito y mucha cantidad y piensan que sus hijos comen bien.
  • Les dan a sus hijos tortitas de arroz para merendar, les limitan la cantidad de azúcares refinados y mucha fruta natural y están tranquilos de que sus hijos comen bien (en mi opinión no es así, aunque sea mejor que los otros casos).

En qué quedamos, ¿tu hijo come de todo o no?

Cuando vienen amigos de mi hijo a comer a casa tiemblo. Por mucho que sus padres digan abiertamente que sus hijos comen bien y comen de todo, resulta que si les pongo un puré de patata con guisantes no lo comen, si hago garbanzos con espinacas no lo comen, si hago filetes de pavo con ajo y perejil no lo comen (“porque tiene cosas verdes”). También me ha pasado con el gazpacho (“no lo he comido nunca”), con las ensaladas ya ni te cuento, porque yo le añado canónigos, espinacas o similar (“esta lechuga no es la normal”), con el pan (“yo solo lo como blanco y sin bordes”), no comen frutos secos, ni semillas y para mi sorpresa muchos de ellos no han probado nunca un arándano, un níspero o una chirimoya… Entonces en qué quedamos, ¿tu hijo come de todo o no come casi de nada?.

Si tu hijo solo come pasta blanca, pan blanco, arroz blanco, galletas, cinta de lomo, albóndigas, palitos de merluza, croquetas, empanadillas, tortillas francesas, jamón york, leche, quesitos, purés, plátanos y yogures… siento decirte que tu hijo no comen bien. Tiene una alimentación muy limitada, muy bajita en vitaminas, enzimas y minerales y si tiene más de 3 años es hora de que amplíe sus horizontes alimentarios y aprenda a comer más variado y más nutritivo. Será el mejor salvoconducto que puedes dejar a tus hijos para su futuro y su salud.

La mayoría de los niños que conozco, comen mucho de muy pocos alimentos y muy seleccionados por sus padres o cuidadores. Casi siempre familias que cocinan una comida para los adultos y preparan la comida de los niños a parte, aunque los niños tengan ya 5 años (recordemos aquí, que un niño a partir de 12 meses podría comer exactamente lo mismo que el resto de la familia). Esto es un problema porque como resultado tenemos niños inflexibles, que no disfrutan de la experimentación alimentaria, ni tienen curiosidad por nuevos sabores, ni comen una dieta variada, ni están bien nutridos. En mi opinión no comen bien, no tienen una buena base alimentaria porque han carecido de formación y buena educación al respecto. Con esto no culpo a los padres, aunque si que los responsabilizo, pero creo que es un problema social de inconsciencia y de una mala escala de valores educativos: es imprescindible que los niños hablen inglés con 6 años y practiquen 2 deportes, pero no saben lo que es un anacardo, les dan arcadas el perejil o no han comido nunca el arroz integral.

Después tenemos los talleres y formaciones que imparten puntualmente en las AFAs o en los colegios, donde se les enseñan protocolos alimentarios anticuadísimos y contraproducentes casi siempre. Donde se invita a padres y niños a comer mucha leche de vaca, muchos yogures, mucho pan y se pone como ejemplo de un buen desayuno “un vaso de leche con tostada de pan” y como buena merienda un “bocadillo de chorizo, como antes”. En fin, esto daría para otro artículo, pero os digo que esto está muy obsoleto y no sirve como “educación alimentaria”.

Si queremos asegurar una buena educación nutricional para nuestros hijos, primero tenemos que ser conscientes de en qué punto nos encontramos, analizar objetivamente si nuestro hijo come de todo realmente, si tiene desequilibrios físicos o emocionales que quizá tengan relación con la alimentación (seguramente si) y atrevernos a mirar la verdad. Vamos, ser conscientes.

Por seguir mi propio consejo, yo soy consciente de que mi hijo come mucho mejor que la mayoría, pero no aún tiene muchos puntos débiles que tenemos que seguir reforzando. He de aclarar que no soy de las que cocino algas rehogadas y gachas de quinoa, trato de cocinar alimentos sencillos y variados, integrales, verduras, especias… pero sobre todo, respetando sus ritmos, preferencias y necesidades especiales, me preocupo por que coma de todo: arroz negro, quinoa, frutos secos a diario, comida marroquí si se da el caso o ensaladas de espinacas. Como digo es un trabajo continuo y seguimos mejorando día a día, porque por supuesto que mi hijo prefiere arroz blanco con tomate Orlando a un arroz integral con brócoli, pero también prefiere ver la tele 6 horas seguidas, acostarse a las 2 de la madrugada y no lavarse los dientes… quiero decir que igual que le educo en cuestiones intelectuales, higiénicas y emocionales, me preocupo por que reciba una educación alimentaria. Esto no me asegura el éxito, pero es nuestra responsabilidad como padres, proveerles unas buenas bases que le ayuden a desarrollarse sanos en todos los sentidos.

Mi trabajo es ayudar a problemas que tienen muchos y variados problemas de salud, y sé que TODOS tienen relación con la alimentación de una u otra manera. Por eso sé que educar a los niños en una verdadera alimentación variada, que desarrollen sistemas digestivos adaptativos, flexibles y nutridos les mejorará mucho su desarrollo, su salud y su fortaleza para enfrentarse a desequilibrios futuros.

De verdad que es muy importante. Te animo a tomar consciencia y a trabajar en ello, cueste lo que cueste. Si necesitas ayuda yo puedo guiarte al igual que otros tantos terapeutas con un enfoque amplio de la salud.

Elena Cibrián
Tu Naturópata en Madrid

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