Veo que algo está pasando con nuestra energía femenina y no es bueno. Algo pasa con los hombres y con las mujeres de nuestra sociedad, y es que la energía femenina y la energía masculina están tan diluidas y distorsionadas por las interferencias del día a día, que todos, hombres, mujeres, niños y ancianos estamos perdidos y desamparados gran parte de nuestro tiempo.
Antes de seguir, me gustaría explicar que la energía femenina y la masculina están presentes tanto en hombres como en mujeres, conviviendo en equilibrio en cada uno de nosotros y sin tener que ver con nuestro sexo u orientación sexual. Son dos fuerzas en constante atracción y armonía (al menos es lo ideal). También se conocen como Yin y Yang, Shiva y Shakti o polo Positivo y polo Negativo… pero lo llames como lo llames, siempre son fuerzas complementarias y contrarias que habitan en todo lo que nos rodea y nuestro propio ser. Quizá esto te pueda sonar algo esotérico, pero lo cierto es que las leyes de la física por la que nos regimos e incluimos en nuestro temario escolar, así como las leyes de la naturaleza y la biología, están basadas en estas fuerzas emisoras y receptoras, constructivas y destructivas.
La energía femenina está mal vista
Negar nuestra energía femenina es negar nuestra naturaleza y una parte imprescindible de nuestro ser, lo que está generando muchos problemas personales, familiares y sociales. Mujeres que han desconectado con su energía femenina se vuelven tremendamente racionales, algo agresivas y con miedo fluir y a sentir, lo que al contrario de lo que pueda parecer las hace frágiles. A este problema le sumamos el de los hombres que han perdido su energía masculina y se sienten perdidos, desvalorizados, impotentes y asustados, descompensando aún más la balanza de las relaciones.
Todo esto tiene mucho que ver con la violencia de género y la cosificación de la mujer tipo «videoclip de reggaeton». Favorece el desprecio por parte de hombres desvalorizados que se convierten en maltratadores y chicas sin autoestima que se convierten en víctimas de cualquier tipo de maltrato autoinfligido o recibido.
Aunque no es un problema exclusivo de mujeres, ya que tanto hombres como mujeres necesitan empoderarse y equilibrarse, hoy me voy a centrar en ellas y su energía femenina ya que es el tema que vivo más de cerca en mi consulta.
La energía femenina es tremendamente creativa, fluye, se adapta y se deja llevar. Es la energía que nos permite sentir, conectar con nuestras emociones y vivir plenamente cada sensación. Su objetivo principal es el AMOR, nos predispone a recibir amor y nos ayuda a dar amor, incluyendo el deseo sexual, la autoestima y la comprensión. Es la energía creativa y creadora que nos invita a la maternidad y nos hace fértiles.
Pero por desgracia, todo esto que queda tan bien en las películas, no está nada de moda. No está bien visto que una mujer busque el amor de una pareja y mucho menos ser madre…“¡por favor qué anticuado!”…
Energía femenina, amor y fertilidad
Pese a quien pese, somos seres sociales. Estamos diseñados genéticamente y evolucionados psicológicamente para vivir en pareja y en sociedad. A pesar de esto, hay quien malentiende que una mujer que desea una pareja no es capaz de valerse por si misma o no se quiere lo suficiente, cuando en realidad es precisamente lo contrario porque una buena autoestima es lo que nos permite conectar con otros y vivir una relación sana. Pareciera que lo bueno fuese no necesitar amor, al menos no el amor romántico y complementario de una pareja. La mujer es educada para tener éxito laboral (sea lo que sea que signifique eso…), ser práctica, racional y autosuficiente, viviendo exclusivamente de su energía masculina hasta tal punto que esta toma el control total, generando desequilibrios de todo tipo y una desconexión muy palpable con los propios sentimientos. Esto no ocurre en todas las mujeres claro está, pero si que es algo cada vez más frecuente y asumido.
Igual ocurre con la fertilidad y el deseo maternal. Aunque tenemos un cuerpo mágico diseñado para nacer y crear vida, muchas mujeres pasan gran parte de sus días luchando contra su naturaleza fértil, anulando su sistema hormonal e instinto porque creen que es las limita y hace débiles. Ser madre ya no se considera un regalo maravilloso y un honor, sino una carga o un complemento, del que, en el mejor de los casos decidiremos disfrutar cuando ya hayamos agotado el resto de nuestras energías y, por supuesto, cuando sea buen momento. La maternidad ya no es un acto instintivo y natural fruto del amor (amor a la vida), sino un hecho racional y práctico que cada vez encaja peor en nuestras vidas, es otra decisión más tomada desde nuestro ego.
Nuestro engranaje social y la forma en que vivimos fomentan este problema. La supuesta sociedad desarrollada apuesta por este nuevo modelo femenino ya que parece ser algo mucho más rentable, pero en mi opinión, aunque lo vistan de modernidad e igualdad, realmente es una castración en contra de nuestra naturaleza, nuestro instinto y nuestros sentimientos.
La (auto)castración de la mujer
Esta castración femenina de la que hablaba en el párrafo anterior, tiene como consecuencia una gran desconexión con nuestra esencia. Cuando una mujer pierde su energía femenina, no deja mucho espacio para el amor porque lo considera una debilidad pero es que tampoco conecta bien con sus emociones, así que pierde su deseo sexual y autoestima. Surgen emociones contradictorias con respecto a la fertilidad e instinto maternal porque se anulan conscientemente en pro de la modernidad, el éxito y la practicidad. Esta situación crea desequilibrio en la propia mujer que lo sufre, pero también en la pareja que le acompaña, y es que cuando perdemos el equilibrio energético nuestros roles sociales y familiares se distorsionan, perdemos las referencias y la sensación de control.
Por eso encontramos en nuestra sociedad multitud de mujeres que aspiran a ser rentables, que anhelan el éxito y la valoración laboral, se muestran fuertes, cuidan mucho de su imagen, son sobreprotectoras y permanentemente ocupadas. Pero a la vez sienten frío, soledad (aunque estén acompañadas), incomprensión, problemas de autoestima y multitud de contradicciones emocionales. Son mujeres que han desconectado con su energía femenina y en consecuencia se han debilitado. Su energía masculina ha tomado el control sin oposición. Cuando esto ocurre, la mujer pretende resolver todo desde la razón (incluso lo que sólo se puede resolver desde la emoción) y viven estrictamente volcadas en su cuerpo físico y/o dirigidas por su cuerpo mental, es decir su ego.
Con todo esto no quiero decir que una mujer tenga que vivir en pareja o ser madre para sentirse bien o completa. Por supuesto la mujer puede vivir con salud y equilibrio su soltería o no-maternidad, pero según mi experiencia para que esto sea así, la decisión no tiene que haber sido tomada bajo un exceso de energía masculina, una distorsionada necesidad de éxito o un exceso de racionalidad. Se puede elegir no ser madre conscientemente, o simplemente no ser madre por imposibilidad física, y a la vez estar tremendamente conectada con el amor, con el sentimiento y la creación (la energía creativa es fundamental y no se debe anular). El problema que yo he tratado de describir reside en el desequilibrio de energías o la anulación de una de ellas, no con el hecho concreto de llegar o no a ser madre.
Tal y como he aprendido en mi vida personal y a lo largo de mi desarrollo profesional, no hay una forma correcta o incorrecta de vivir. Pero lo cierto es que nos sentimos en paz cuando conectamos entre si nuestro cuerpo físico, mental y emocional y no dejamos que ninguno de ellos tome el control, sino que fomentamos que vivan en equilibrio. Siempre que abracemos esta conexión entre energías y dejemos que cada una exista y crezca en nosotros, seremos capaces de tomar decisiones conscientes y acordes a nuestra esencia. En definitiva, viviremos a nuestra manera, sea cual sea esa manera, y sentiremos plenitud, libertad y serenidad.
Si necesitas recuperar y abrazar tu energía femenina, puedes contactar conmigo y te ayudaré a recuperar el equilibrio y bienestar desde un enfoque amplio e integrativo.
Elena Cibrián,
Coach sanitaria y Naturópata
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